Carta abierta sobre Antonio Sáseta, de Roberto Narváez

CARTA ABIERTA SOBRE ANTONIO SÁSETA

Pensando en mi Amigo y Mágico Maestro Antonio Sáseta.

Nunca podré olvidar aquel primer día de clase, como alumno de Historia de la Arquitectura II de la ETSAS. Yo solía estar en desacuerdo con los compañeros/as que, por sistema, no asistían a la primera clase del curso con la excusa de «No se hace nada. Es la clase de presentación». Para mí, la clase de presentación era la más importante del curso y siempre asistía con expectación. Con la expectación de conocer a la persona que nos guiaría como profesor/a durante todo el curso. De conocer su discurso, sus maneras, métodos, preferencias… creo que era una manera de sentir seguridad y control como estudiante.

Aquel día, cuando me encontré con el profesor Sáseta, las sensaciones fueron diferentes a las que tuve con cualquier otro/a profesor/a. No era un profesor como los/as demás. No parecía haber un programa de contenidos marcado, ni unos objetivos preestablecidos, ni unos criterios de evaluación estructurados. Todo parecía estar por construir. Mi sensación fue de incertidumbre. Una incertidumbre positiva a la que no estaba acostumbrado y que me enganchó con entusiasmo a aquel nuevo profesor para mí. Era una incertidumbre bonita, porque el discurso de Antonio era tan sólido y honesto, que me transmitía la seguridad esperada para dejarme llevar por sus propuestas abiertas hacia un estado de exploración, interacción y mucho disfrute. Con los años me he dado cuenta de que Antonio nos facilitó el acceso al verdadero aprendizaje natural que aún hoy está desgraciadamente ausente en la mayoría de las prácticas docentes. El aprendizaje que mejor se adapta a la creciente complejidad e incertidumbre constante con la que convivimos en el mundo del siglo XXI y que Antonio lleva practicando desde finales del XX. Preparando a sus alumnos para el mundo personal y laboral que les tocará en el futuro. 

El curso lo terminé realizando una recreación virtual (en aquel momento, el uso del CAD 3D y «renderizados» en video era aún escasos en la escuela) del Cenotafio a Newton, la obra utópica de Boullée, que pudimos «habitar y experimentar» desde lo virtual. La elección de la obra emergió de manera natural de la interacción con Antonio, con mis compañeros/as de clase y el material de consulta que Antonio nos recomendaba. Es decir, de la cultura que Antonio había creado en torno a la asignatura. Sin ninguna consciencia por mi parte del significado metafórico que estaba teniendo y que acabo de descubrir conforme escribo estas líneas.

Era un monumento póstumo, una tumba vacía, que homenajeaba a alguien que ya había pasado, y que fue precursor del paradigma científico que nos había acompañado por muchos años. El paradigma newtoniano, el de los fenómenos predecibles de causa-efecto lineales, moría para dar paso al nuevo paradigma del estudio de los fenómenos complejos, desde la multitud y diversidad de sus componentes, desde la interacción entre los mismos, desde la no proporcionalidad en las causas y efectos, desde la aparición de fenómenos emergentes, cuyos efectos son difícilmente predecibles desde el nivel de los componentes que conforman sus sistemas anidados. Fue justamente un monumento a un paradigma que, sin darme cuenta, había terminado para mí gracias a mi pertenencia a aquel grupo que Antonio había forjado.     

A partir de ahí, mis encuentros con Antonio se sucedieron. Coincidió en mi despedida de la ETSAS como estudiante, como miembro del tribunal que evaluó mi Proyecto Fin Carrera , y cómo no, en los talleres sobre diseño algorítmico y fabricación digital organizados desde FabLab. Mi sorpresa no pudo ser más grata cuando descubrí que Antonio seguiría siendo mi profesor.

La distancia conceptual entre Antonio y algunos de nosotros, los asistentes al taller, era tan amplia que, en ocasiones, nos costaba entender la posibilidad de aplicación real de sus propuestas sobre cómo usar algoritmos para el diseño arquitectónico. A esto se unían ciertas críticas de gente ajena a FabLab,  que nos consideraban como «frikis de la tecnología que tienen poco que ver con la arquitectura». Pero no nos importaba, disfrutábamos tanto con las geometrías y discursos de Antonio, que el mero divertimento ya merecía la pena. Pero posteriormente, tuve la suerte de realizar estancias en distintas escuelas de arquitectura europeas, muy bien consideraras, para darme cuenta de lo grande que era aquello que Antonio nos contaba.

Pude vivir en primera persona cómo los grupos de investigación más avanzados de escuelas como las de la AA de Londres, la ETH de Zurich o la TU de Viena, usaban ya la Ciencia de la Complejidad y todo un discurso teórico que sustentaba las aplicaciones arquitectónicas, del diseño algorítmico y la fabricación digital, que empezaban a producirse tanto a nivel experimental como en edificios reales, y que reivindicaban un cambio radical en nuestra manera de pensar, diseñar y ejecutar la arquitectura. Me di cuenta de que esto debía conllevar también un cambio radical en la manera de aprender arquitectura, y especialmente la Geometría Arquitectónica, que es mi especialidad. Fue entonces cuando pensé: «¡pero si esto es justamente lo que Antonio lleva diciendo desde hace más de veinte años en Sevilla!». 

Cuando volví a Sevilla tuve el honor de compartir, ya como profesor y junto a Antonio, algún nuevo taller que impartimos a través del ICE. Cada ratito, cada clase, cada charla con Antonio seguía, y sigue siendo cada vez más, de lo más ilustrativo para seguir aprendiendo de él. Y así lo sigo haciendo, aunque últimamente a distancia, disfrutando del material que comparte generosamente en Facebook. Como siempre, fuente de inspiración inagotable para los que tenemos la suerte de conocerlo, y que seguimos deseosos de poder seguir aprendiendo de él muchos años más.

La huella que empezó a dejarme aquel profesor de Historia II no la podré olvidar jamás y mi agradecimiento nunca será suficiente.

Sevilla. Marzo de 2020,

Roberto Narváez

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Sobre el autor: como cuenta en el texto, fue estudiante con Antonio Sáseta en la asignatura Historia de la Arquitectura II durante el curso 1999-2000, y posteriormente en PFC — ETS Arquitectura –, y más tarde en diversos cursos organizados por el Fab Lab de la Escuela, aunque muy pronto él mismo se convirtió en uno de los principales expertos locales en este campo del diseño paramétrico y la fabricación digital.

Arquitecto y profesor de Geometría (Ingeniería Gráfica) de la Escuela Técnica Superior de Edificación de la Universidad de Sevilla. Es uno de los autores, con compañeros y estudiantes, de sucesivos pabellones paramétricos construidos en el patio de Arquitectura-Edificación de la Universidad de Sevilla; trabajos que ha presentado internacionalmente en destacados centros de investigación, congresos y publicaciones.

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